El día 8 de junio, la sala polivalente del Santuario de El Loreto, se encontraba con una gran asistencia con el fin de escuchar a Xavier Climent, arquitecto, que nos hablaría de “El Proyecto de la Ruta del Agua, conocido como la Mina del Arzobispo”.
A finales del S.XVIII, Tarragona estaba experimentando un gran crecimiento de la población, y uno de los problemas más acuciantes que planteaba era la escasez del agua.
El arzobispo era el Señor de la Ciudad y con poder, entre otras, de la infraestructura del agua en aquella época, y que disponía de acuíferos dentro y fuera de la misma, entre ellos, uno de los más importantes y cercanos era el de Puigpelat, ubicado a 32 km.
El Arzobispo Joaquín de Santiyan encargó el estudio y estado de las conducciones romanas y la posibilidad de su recuperación al arquitecto Joan Antoni Rovira Fraga. Este tuvo en cuenta no sólo las infraestructuras hidráulicas que nos dejaron los romanos, grandes artífices en la conducción de las aguas de boca, sino también sus conocimientos y experiencias, uno de los más importantes el cálculo del 0,05% del desnivel, proporción de referencia en las diferentes cotas por donde discurría.
Teniendo en cuenta los acueductos romanos:
– del Gaià (Pont d’Armentera).
– del Francolí (Pont del Diable).
– del Llorito (de madera).
– Rec Major (todavía existente).
– Pont de les Caixes (terreno de cultivo).
Durante la exposición mostró varios planos y fotografías sobre el recorrido del agua hasta llegar a la ciudad y una tabla en la que se veía las cotas por las que discurría en los diferentes municipios que atravesaba y que en función de la distribución del mismo, podía salir y volver a entrar, así: Puigpelat, Nulles, Vallmoll, Nulles, La Secuita, El Catllar, La Secuita, El Catllar, La Secuita, Els Pallaresos y finalmente Tarragona.
El Arzobispo Santiyan era conocido como el “arzobispo urbanista’, pues fue promotor de la importante transformación urbanística de Tarragona. No pudo ver culminada su obra hidrológica al fallecer en 1783.
La suerte, fue que su sucesor el Arzobispo Francisco Armanyà continuó con la labor y así el 3 de diciembre de 1798, día de su onomástica, culminaba el trabajo del arquitecto Rovira y llegaba por fin el agua a Tarragona, con un recorrido de 28,3 km.
Quedando emplazados para ver “in situ” el sábado día 10 el recorrido de la Mina del Arzobispo por nuestra ciudad.
A la finalización, Lluís Olivan, nuestro Presidente le entregó a Xavier Climent la metopa de la Associació.
Una curiosidad que me he encontrado, relativa al arquitecto Joan Antoni Rovira Fraga, haciendo esta crónica.
Nacido en Tarragona en 1729, carpintero de profesión, siguiendo la tradición familiar. No obstante su formación, su valía le llevó de su gremio de carpinteros al de la construcción. Desarrollando trabajos de obras en parroquias, etc, dedicándose más de cuarenta años a la construcción y paso de maestro de obras con una estética académica, clásica y de gran estilo a ser arquitecto académico de Mérito de la real Academia de San Fernando de Madrid.
En 1802 recibió el distintivo académico por la gran valía de sus obras, especialmente por la conducción de las aguas a Tarragona. Falleció al año siguiente.
El sábado día 10, a las 10:00 h, convocados por la Associació un nutrido grupo de senderistas nos encontrábamos en las escaleras del Auditórium del Camp de Mart junto al Colegio Sant Pau, en concreto la plaza Mossèn Perfecte Cabré, nombre de la misma desconocido por la mayoría de los asistentes.
Xavier Climent, nuestro particular guía nos dio unas pinceladas recordatorias de la exposición realizada el pasado jueves y desde allí nos hizo ver el trazado de la línea imaginaria que uniría los diferentes puntos del recorrido de la “Mina del Arzobispo”.
Nos dirigió al acueducto de la Oliva que atraviesa la calle Escultor Verderol. Haciéndonos ver en la parte superior el punto por donde discurría el agua y que estaba por encima de una franja externa de obra vista de unos cuarenta centímetros. Y desde allí la continuidad en los dos sentidos, primero desde el punto de referencia del que habíamos partido y la dirección hacia la montañeta de la Oliva.
Continuamos por la parte posterior de Culubret y luego por la carretera de San Pedro y San Pablo y vemos a la derecha una zona donde hay restos de un corte longitudinal de un conducto hecho con un antiguo alquitrán de betún y en el que se ve en su interior un estrechamiento provocado por los residuos de la cal.
Atravesamos la carretera y en la parte posterior hay un cartel “AQUEDUCTE ROMÀ” a cuyos costados se ven escasos restos de un acueducto.
Continuamos el recorrido hasta dos elementos constructivos, una caja a modo de registro y un formato de chimenea cuya utilidad sea por una parte que permita la salida de agua en el caso de que se produzca un tapón, también como ventilación en caso de aguas encharcadas y por último un punto visible del recorrido.
Llegados a la sede de EMATSA, nos recibe Rafa Torrijos, Jefe de Producción, que se hace cargo de la visita y nos informa del cometido más importante que consiste en evitar las averías y/o corregirlas en el menor plazo de tiempo posible.
La mayor parte del agua recibida es la tratada del trasvase del Ebro Hay dos bloques diferenciados, la zona de Administración y los depósitos cuya capacidad es de 12.500 M3 cada uno de los dos.
En la parte inferior visitamos una exposición cronológica desde la época de los romanos.
Salimos del recinto y nos trasladamos a los depósitos subterráneos abovedados de una capacidad muy limitada.
Pasamos delante de las fuentes de la Oliva y ya descendemos por las escaleras a cuyo costado hay restos de tubos negros con cortes longitudinales. Al llegar al final de las escaleras donde había continuidad en acueducto, ahora inexistente.
Tras atravesar el portal del Roser ascendemos por la baixada del Roser y una vez en la plaza de San Joan al final de la misma la fuente de Can Pitxa una de las fuentes que se construyeron para la distribución del agua de la Mina del Arzobispo. Ya en la plaza del arzobispado muestra a la izquierda donde se presupone el paso de la antigua conducción que viene de la torre del arzobispo.
El recorrido continua hasta llegar a la plaza de Sant Antoni donde se encuentra la fuente del Arzobispo Armanyà y en la que hay una placa para conmemorar el bicentenario de la llegada del agua de Puigpelat a Tarragona.
I de allí a las escalinatas de la catedral donde se encuentran las dos últimas fuentes que hizo construir el Arzobispo Armanyà con la llegada del agua en 1798. En total se construyeron ocho de las que solo quedan las cuatro últimas que se han indicado.
Como agradecimiento a Xavier Climent es invitado a acompañarnos a comer en el restaurante Casa Balcells que hay en el Plà de la Seu.
Habían colocado cuatro mesas en el exterior cubiertas por toldos para protegernos del sol, afortunadamente una brisa hacía muy agradable nuestra comida que consistía en platos para compartir y que finalizó con unos deliciosos y dulces postres.
Nuestro compañero y amigo Hilario, Presidente dels Amics de la Catedral de Tarragona, nos propone si es de nuestro interés entrar en la catedral para poder presenciar “l’Ou com balla” un efecto físico que se realiza cada año para celebrar el Corpus Cristi, a lo que accedemos y finalizada la sobremesa nos dirigimos a la entrada del claustro y desde allí acceder al patio donde se puede observar cómo han engalanado la fuente y el huevo que ha sido vaciado previamente, baila sobre el surtidor de la fuente. En mi caso me retrotrae a mi infancia cuando el día de Corpus mis padres después de la misa nos llevaban a ver ese efecto mágico que nos causaba a nosotros una extraña sensación y que mi madre se encargaba de recordarme cada vez que no tratase de hacerlo en casa que allí se producía porque se había vaciado y por tanto no era cuestión de llenar la cocina o el baño de nuestra casa de huevos, al romperse uno y querer probar con otro. Esta tradición se la hemos trasladado a nuestros hijos.
Se puede decir que ha sido una hermosa forma de finalizar el día que hemos compartido con un excelente recorrido que nos ha permitido conocer una parte de la historia de Tarragona, hemos disfrutado de una excelente comida en un lugar tan emblemático de Tarragona y mejor todavía el vivir la experiencia de “l’Ou com balla”. Ha sido una forma más de practicar la convivencia jacobea.
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